Encuentros cercanos del “Tercer Tipo”
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- Escrito por POR CRISTÓBAL ROJAS MILLÁN
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•“Déjame aclararte algo: yo no recibí maltrato físico, de ninguno de mis padres. Tampoco nadie me violó. Esto lo señalo porque luego aseguran que esas son causas de desviación sexual”
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•“Soy homosexual por nacimiento y por convicción”
Para los nuevos lectores de estas crónicas de vida, debo decirles que en anteriores escritos he comentado que la generación a la que pertenecí (1982-1986) en la escuela de Periodismo Carlos Septién García) era muy especial, por la variedad de personalidades que coincidimos en el turno vespertino.
Era un gran salón al que acudíamos 50 estudiantes adultos. Había de todo: dos maestras de primaria; dos abogados; dos contadores tres seminaristas; tres lesbianas, tres homosexuales; dos bisexuales y algunos más que a las claras se notaba que no querían salir del clóset.
Nuestro maestro de “Entrevista de prensa”, en un par de ocasiones nos pidió practicar, ahí, en el salón de clases algunas entrevistas: “escojan entre sus compañeros a alguien a quien les interese entrevistar… será una plática “Off the record” (entérate pero no lo divulgues)”.
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Ese día mi deseo era entrevistar a uno de los seminaristas, pero cuando quise enfilarme rumbo a su pupitre, ya se me habían adelantado. Mi segunda opción lo fue uno de los abogados, pero igualmente ya estaba siendo entrevistado. Buscando, buscando, noté que mi compañero Fred estaba disponible. Le pregunté si no tenía objeción en que lo entrevistara.
-Claro que no. Adelante. Pero después yo te entrevistaré…
Fred era un jovencito de tez morena, de 22 años. Corta estatura, 1.55 metros. De cabello lacio, en esa época lo traía rizado (por permanente de estética). Trabajaba de cocinero en un restaurante. Usaba siempre pantalones muy ajustados y Playeras (por lo regular negras) de cuello en “V”, que le permitían lucir los colgajos que acostumbraba. El día de la entrevista usaba un “corazón partido”.
P. Para empezar Fred, muchos creemos que tú eres homosexual, pero que no has querido salir del clóset. Te recuerdo que lo que me digas, será Off the record. Habla con confianza. Nadie se enterará de lo que aquí platiquemos.
R. ¿Me juras que a nadie le contarás? Sí. Soy homosexual. Desde pequeño siempre me gustaron más los juegos de las niñas (muñecas, saltar cuerda, entre otros etcéteras). Déjame aclararte algo: yo no recibí maltrato físico, de ninguno de mis padres. Tampoco nadie me violó. Esto lo señalo porque luego aseguran que esas son causad de desviación sexual. Soy homosexual por nacimiento y por convicción.
P. Cuál experiencia de vida, debido a tu preferencia sexual, ha sido la peor de tu vida.
R. En realidad han sido varias. Porque a diferencia de los varones heterosexuales, que cuando les gusta una chica, la abordan, y si ella los rechaza, por lo regular todo queda ahí. A diferencia de los homosexuales que cuando nos gusta un chico, lo abordamos y si él nos rechaza, la cosa no queda ahí. La gran mayoría empieza a contarle a todo el mundo que un homosexual quiso ser su pareja, como si fuera un orgullo que lo hayan rechazado… como si quisieran reafirmar, con esa “prueba”, ante los demás su hombría.
Esta y otras respuestas me hicieron reflexionar sobre lo difícil que debe ser la vida sentimental de los homosexuales. En la mayoría de casos, sus parejas no son, precisamente quienes ellos desean. Los hombres están vedados para ellos. Su pareja (Obvio) debe también ser homosexual o… por lo menos bisexual.
Estadísticas 2013 sobre homosexualismo mundial
España: 3 millones gays; población de 46 millones Francia: 6,3 millones gays; población de 62 millones Reino Unido: 6 millones gays; población de 60 millones Italia: 5 millones gays; población de 58 millones Holanda: 1.5 millones gays; población 16 millones Alemania: 8 millones gays; población 80 millones.
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“Esto no soy yo”
Otro compañero de generación era Mike. Tenía unos 26 años de edad. Ya escribía en un periódico (espectáculos).
El era “normal”, en la escuela, en la calle, en su trabajo. El problema (como ocurre frecuentemente) era cuando bebía alcohol, que le resultaba una especie de “detonante” para el surgimiento de su verdadero yo.
Alguna vez, en el primer semestre de la carrera de cuatro años, organizó una reunión en su casa. Hubo emparedados, luces como de centro nocturno, música fuerte y obviamente alcohol. El caso es que. De pronto. Después de la medianoche, Mike salió del baño, con pantalones y ropa interior a sus pies, para decirnos (señalando su pene). “Esto no soy yo. Esto fue una burla de la naturaleza”. Su hermano y su padre inmediatamente fueron por él y lo llevaron a empujones a su habitación.
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Un pequeño grupo de compañeros teníamos como “sana costumbre”, cuando faltaba un profesor, acudir al bar “El Mirador”, ubicado en la calle Rosales, a una cuadra de la escuela, para sacarnos un poco del stress que nos ocasionaban nuestras pesadas jornadas de ocho o nueve horas de trabajo y después acudir a la escuela nocturna de periodismo. En una de esas ocasiones Mike nos acompañó. La convivencia se alargó tanto, que tuvieron que corrernos de la cantina. El mesero nos trajo la cuenta “porque ya vamos a cerrar”.
El caso es que los tres que quedábamos aún “teníamos cuerda”, para seguirla. Uno de mis compañeros llevaba auto por lo que se me hizo fácil invitarlos a mi departamento, “ahí tengo brandy, ron y una más de ginebra”, debo aclarar que en esa época yo estaba recién divorciado por lo que mi departamento era en realidad un departamento de soltero.
Así fue como, arriesgando la vida (en aquel entonces aún no surgía la idea del “conductor designado”, el dueño del auto era el más borracho de los tres”). Tomó la Calzada de Tlalpan, a esa hora (12 de la noche) poco transitada. El coche iba de un lado al otro. Con decirles que, a pesar de lo ancho de la avenida, dio varios “banquetazos”, tan mal iba el conductor que nos advirtió que si había algún accidente, cada quien debía valérsela por sí mismos. Es decir, nos advertía que en ese caso, no esperaría a que llegara la policía. Nos dejaría en el estado en que hubiéramos quedado.
Mike se asustó: No seas loco Fer, mejor vete más despacio. Afortunadamente obedeció.
En la primera oportunidad, Mike le pidió a Fer llevar el carro a una calle oscura: “Tengo ganas de hacer pis”. Mike bajó apresurado. Minutos que aproveche para decirle a Fer: “llegando a mi casa, si te da sueño, por favor te vas a la recámara. No te vayas a quedar dormido en la sala. Lo que no quiero es tener que dormir con Mike. No te preocupes, me dijo Fer con palabras que salían de lengua rasposa, de esas que se traban por el alcohol.
Desahogada la vejiga Mike regresó al auto. Fue cuando Mike me preguntó:
-¿Cuando lleguemos a tu casa, me puedo poner cómodo?
-Por supuesto Mike, mi casa es tu casa. Haz lo que quieras.
Cuando llegamos a casa, supe a qué se refería: Para él estar “cómodo” es estar completamente desnudo. Tan pronto llegó a casa Así lo hizo. (Supongo intentaba excitarnos) Y así se paseaba por mi departamento. Deben saber que para la mayoría de hombres no les es agradable ver el cuerpo de otro hombre desnudo, por lo que le ofrecí un mandil para que, por lo menos, se cubriera la parte frontal.
Mis peores temores se hicieron realidad. Fer se quedó dormido en el sofá, y por más que le insistí no quiso trasladarse a la recámara. Opte por no dormir, a pesar de que ya pasaban de las tres de la mañana. Le ofrecí a Mike la recámara. “yo no tengo sueño”, le dije”. Pues entonces aquí nos quedamos, respondió.
Fue entonces, con Fer roncando en el sofá, que empezaron las insinuaciones de Mike. Acercando su rostro al mío, me dijo susurrante que hiciera con él lo que quisiera. Le dije que no. Que conmigo se equivocaba. Que a mí me encantaban las mujeres. Pero el insistía e insistía e insistía. Me dijo que si quería se vendría a vivir a mi casa, “yo te cocinaré, ya no estarás solo”. Lo esquivaba y esquivaba, en una situación que duró alrededor de una hora. La cosa colmó el plato cuando intentó acariciarme.
Fue cuando me vi obligado a pedirle que se fuera de mi casa.
“No, por favor, son las cuatro de la mañana… ¿en qué me voy a transportar? ¿En qué te ofendí?”
En la avenida puedes tomar un taxi, le dije.
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Una experiencia inolvidable de estos encuentros cercanos del tercer tipo, lo fue con una de las compañeras de aquella generación, quien confesaba con orgullo ser lesbiana.
Algún día en la vida. Unos quince compañeros y compañeras de la revista en la que ya trabajaba (comencé a trabajar en los medios cuando aún me faltaban cerca de dos años para terminar la licenciatura en periodismo) acudimos a un bar a celebrar un cumpleaños. El caso es que en ese bar coincidimos con mi compañera de escuela, quien iba acompañada de una “novia”, por lo que invitamos a las dos a unirse a nuestro grupo. (Como el espacio se agota, abreviaré).
La novia tuvo que irse pronto. Mi compañera de escuela decidió quedarse con los “sobrevivientes” de esa juerga (en total, con ella éramos cuatro). Invité a las tres a mi departamento. “Tengo bastante alcohol para rematar la noche. Aceptaron.
Ya en mi departamento, después de escuchar durante dos horas música, y beber algunas copas, les ofrecí a las tres una de mis recámaras. Yo me fui a la otra recámara.
A eso de las seis de la mañana mis compañeras reporteras me dijeron que tenían que irse, porque ese día tenían pactadas sendas entrevistas en horas matutinas.
En la recámara de las mujeres sólo quedó mi compañera de escuela que estaba muy dormida. Yo opté por volver a dormir.
Serían como las siete de la mañana cuando un cuerpo que se acostaba a mi lado me despertó. Aparentemente el alcohol le había despertado sus instintos. Empezó a acariciarme de manera inquietante. Esa mañana viví una de las experiencias más extrañas de mi vida.
A su caricias yo quise responder con las mías, pero ella me lo impidió molesta “tu no hagas nada déjame a mí”, mientras aventaba mis manos.
Me sentí como deben sentirse las mujeres cuando las fuerzan sexualmente. Ese día alguien me poseyó con muy poca, o más bien ninguna intervención mía. Fue algo menos que un instrumento sexual. Sin embargo, debo reconocer que fue una experiencia mucho muy agradable.
Después, a la hora del cigarro. En plática de amigos, le dije que me había sorprendido, que sexualmente era increíble. Que, en resumen… “eres toda una mujer”, porque no tienes una relación heterosexual, harías un gran papel. Dijo, que no, que los hombres le causaban repulsión. Con preguntas insistentes terminó por fin de decirme las causas de su rechazo: me dijo que cuando era pequeña su padre abusaba de ella. Dicen algunos sicólogos, que ese es el origen de muchas desviaciones sexuales en las mujeres. La cuna del desprecio que en ellas nace por el sexo opuesto.
Al llevarla para que tomara un transporte rumbo a su casa, la quise abrazar amistosamente. Lo impidió. En seguida me dijo en tono suplicante: “que nadie en la escuela se entere de lo que pasó en tu casa”.
Así fue.
La falta de espacio me impide concluir una serie de anécdotas de estos tres personajes. Sólo diré que Mike se casó… con una mujer. Tiene dos hijas.
Fred se fue a Estados Unidos, trabaja en un famoso restaurante, gana bien y vive con un homosexual.
Mi compañera vive actualmente con una mujer y parece feliz… sus ojos no mienten.